Cuando presenciamos una proyección en el cinematógrafo o cuando vemos la televisión, percibimos movimiento continuo al igual que en el mundo real. ¿Cómo es esto posible si lo que se proyecta en el cinematógrafo es una sucesión de 24 fotografías por segundo y lo que la televisión reproduce son 29.97 imágenes fijas por segundo? En realidad lo que percibimos es una “ilusión del movimiento” producida por nuestro sistema nervioso que recibe y procesa las imágenes proyectadas en la retina en cada uno de nuestros ojos.
El astrónomo alemán Johannes Kepler en 1604 obtuvo evidencias de que en la superficie curva, trasera e interior del ojo llamada “retina” , se forman las imágenes enfocadas e invertidas por el cristalino que actúa como una lente. Hoy sabemos que las personas no vemos la imagen en la retina sino que vemos ayudados por ella. Nuestro cerebro es alimentado por impulsos eléctricos que viajan a través del “nervio óptico” que termina en la retina, impulsos que varían conforme cambian las imágenes.
Exponer lo que la ciencia conoce sobre la ilusión de movimiento que el cine nos produce, es muy amplio y demanda puntos de vista de disciplinas diversas como la física, la neurofisiología y la psicología; en estas líneas expondremos la explicación simplificada del fenómeno que fue aceptada por la ciencia hasta finales del siglo XX y que se conoce como “persistencia retiniana” . Ésta idea probablemente data de la primera mitad del siglo XIX y fue motivada por aparatos, algunos que presentamos en esta sala, que capturaron la atención de los científicos.
La “persistencia retiniana” es la condición que tiene el sistema visual humano de retener por una fracción de segundo la visión de una imagen. Entonces, si el cinematógrafo proyecta una sucesión de imágenes fijas que registran un movimiento, por la persistencia retiniana, el sistema visual del ser humano concatena o junta la imagen del fotograma que acaba de desaparecer de su vista con la imagen del siguiente fotograma en sucesión con lo cual el espectador cree, siente, ve, que en verdad el objeto se está moviendo. Este fenómeno, usted querido lector, lo puede practicar viendo una imagen luminosa, cerrando los ojos y comprobando que en su sistema visual se ha quedado por una fracción de segundo la imagen ya pasada.
Esta ilusión de movimiento no demanda una velocidad específica, en el cinematógrafo sonoro se da a 24 cuadros o fotogramas por segundo y en el cine de finales del siglo XIX era común usar 16, en la televisión se da a razón de 29.97 veces por segundo y las tecnologías digitales utilizan otras frecuencias. Sin embargo, para reproducir un movimiento real, la sucesión de imágenes debe de tomarse y proyectarse a un mismo número de cuadros por unidad de tiempo.